El triángulo de acusaciones: Carvajal, Nueva York y el Cártel de Sinaloa.


Por Librado Linares Garcia




La carta que sacude al tablero

La misiva atribuida a Hugo “El Pollo” Carvajal, exjefe de inteligencia chavista, dirigida al presidente Donald Trump, no es un documento cualquiera. En ella, Carvajal confiesa haber participado en una maquinaria de narcoterrorismo y espionaje que, según sus palabras, fue diseñada desde el exterior y ejecutada en Caracas. Aunque su autenticidad formal aún no ha sido confirmada por el gobierno estadounidense, el texto refleja un patrón que coincide con procesos judiciales abiertos en Nueva York y con testimonios de actores criminales de peso. 


La justicia estadounidense contra Maduro

La Corte del Distrito Sur de Nueva York ha presentado cargos de narcotráfico y conspiración de narcoterrorismo contra Nicolás Maduro, señalándolo como líder del Cártel de los Soles. La acusación sostiene que el régimen venezolano utilizó la cocaína como arma política contra Estados Unidos, en coordinación con las FARC y otros grupos armados. Este proceso judicial convierte las denuncias en hechos jurídicamente sustentados, y coloca a Maduro en el centro de un caso que trasciende las fronteras venezolanas. 


El eco del Cártel de Sinaloa

Las declaraciones de Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, añadieron un elemento explosivo: señaló directamente a Maduro como jefe del Cártel de los Soles, vinculando al régimen venezolano con el Cártel de Sinaloa. Este testimonio conecta dos de las organizaciones criminales más poderosas del continente y refuerza la narrativa de que Venezuela no es solo un Estado fallido, sino un Estado convertido en plataforma de narcotráfico internacional. 



Un patrón que no puede ignorarse

La carta de Carvajal, las pruebas judiciales en Nueva York y las declaraciones de Ovidio Guzmán forman un triángulo de acusaciones que, aunque provienen de fuentes distintas, convergen en un mismo punto: la transformación del Estado venezolano en un engranaje criminal. La objetividad obliga a reconocer que cada pieza debe ser analizada con rigor, pero la contundencia está en la coincidencia de los relatos. 


Reflexión final

Lo que emerge no es solo un debate político, sino un diagnóstico de seguridad continental. Venezuela bajo Maduro aparece cada vez menos como un Estado soberano y más como un actor criminal global. La carta de Carvajal puede ser discutida, las pruebas en Nueva York serán litigadas y las declaraciones de Guzmán deberán ser corroboradas, pero el patrón es claro: el régimen venezolano está señalado como parte de una maquinaria de narcoterrorismo que amenaza la estabilidad regional.

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