Agua y electricidad: los dos fracasos que deslegitiman al poder en Cuba
Por Librado Linares Garcia
En Cuba, dos servicios esenciales —el agua potable y la electricidad— se han convertido en símbolos del deterioro nacional. No hablamos de lujos, sino de derechos básicos que cualquier sociedad mínimamente organizada debería garantizar. Sin embargo, en municipios como Camajuaní, la realidad es que cuando llega la corriente se va el agua, y cuando llega el agua se va la corriente. El resultado es un ciclo de carencias que condena a la población a la desesperación.
El agua: un derecho convertido en privilegio
El ciclo de distribución formalmente cada cuatro días es insuficiente y humillante. Las bombas carecen de remplazo, de modo que cuando una se quema hay que trasladarla a talleres lejanos, con demoras interminables. Las protecciones eléctricas fallan, las tuberías están llenas de salideros y el crecimiento urbano no ha sido acompañado por la ampliación de la red.
A esto se suma la falta de insumos, repuestos y personal: los salarios miserables han vaciado las plantillas, y en las oficinas del acueducto muchas veces no hay trabajadores ni atención telefónica. El ciudadano queda abandonado.
La electricidad: un sistema en ruinas
El sistema electro energético nacional es una vergüenza acumulada durante décadas. La falta de inversión y mantenimiento ha dejado una red frágil, incapaz de sostener la demanda. Las sobrecargas eléctricas dañan equipos y afectan directamente el suministro de agua. Este deterioro no es casual: es el resultado de la irresponsabilidad de quienes han gobernado en primera persona durante más de medio siglo.
La represión como respuesta
Ante las protestas espontáneas de la población, el régimen responde con cárcel y duras penas para los más visibles. Todo esto ocurre a pesar de que la Constitución reconoce el derecho al agua y a la protesta pública. En la práctica, la Constitución es letra muerta. El ciudadano ha sido reducido a la nada, y reclamar lo básico se convierte en delito.
Conclusión: libertad y democracia como condición del progreso
No hay cuestión que deslegitime más a un gobierno que la incapacidad de garantizar agua y electricidad. Estos dos fracasos ponen en evidencia que sin libertad y democracia los problemas se acumulan hasta el colapso. Si en Cuba existieran esos derechos, el país no estaría sumido en esta crisis de servicios esenciales.
El agua y la electricidad son más que recursos: son símbolos de dignidad. Negarlos es negar la ciudadanía misma.

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