La Bellotex: ¿Una prisión o un castigo extraoficial?

Por Librado Linares Garcia

En pleno siglo XXI, en la provincia de Matanzas, Cuba, existe un lugar donde la dignidad humana parece haber sido abolida: la prisión de mujeres conocida como La Bellotex. 

No es un error tipográfico: así se llama oficialmente este penal, tristemente célebre por las condiciones infrahumanas que padecen sus reclusas. El agua, ese derecho básico, se suministra apenas dos veces al día durante media hora. Pero no se trata de agua potable, sino de un líquido pestilente, comparable al agua estancada de un pantano. 

Las presas deben elegir entre la sed o el riesgo de enfermar. Como si eso no bastara, la alimentación raya en lo grotesco: tenca y salame de tenca o claria, con un hedor que provoca náuseas antes de siquiera probarlo. Las mujeres clasificadas como de “mínima severidad” que trabajan en el hospital pediátrico de la ciudad no pueden ingresar agua potable al penal tras su jornada laboral. 

¿Qué lógica puede justificar semejante prohibición? ¿Qué sentido tiene negarles el acceso a un recurso vital después de servir al sistema de salud? Las consecuencias son previsibles y crueles: brotes diarreicos frecuentes, agravados por la falta de medicamentos. Cuando las reclusas solicitan simples sales de rehidratación, la respuesta de la jefatura es tan seca como inhumana: “no tenemos”. Todo esto ocurre con conocimiento de las autoridades. 

Las denuncias de familiares han sido públicas y reiteradas. Sin embargo, el aparato de poder castrista permanece impasible. ¿Cómo es posible que estas atrocidades se perpetúen sin que nadie en el poder se inmute? La respuesta es tan dolorosa como evidente: porque el sufrimiento de estas mujeres no es un accidente del sistema, sino parte de su diseño. Porque en Cuba, la prisión no es solo castigo legal, sino herramienta de represión política y social. Y mientras el mundo mira hacia otro lado, en La Bellotex se sigue violando, día tras día, el derecho más elemental: el de ser tratadas como seres humanos.