A 20 años del “ALCA al carajo”: ¿Qué perdimos?

Por Librado Linares Garcia
Hace dos décadas, en Mar del Plata, Hugo Chávez pronunció su célebre “¡ALCA, ALCA, al carajo!”, marcando el punto de quiebre definitivo para el ambicioso proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Lo que comenzó como una visión integradora en la I Cumbre de las Américas en 1994, impulsada por Bill Clinton, terminó sepultado por una alianza de líderes populistas: Chávez, Fidel Castro, Néstor Kirchner y Lula da Silva. El rechazo al ALCA no fue solo una decisión política; fue una renuncia a una oportunidad histórica de integración económica hemisférica. El modelo propuesto por Estados Unidos buscaba replicar los beneficios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hoy T-MEC, que ha sido clave en el desarrollo de México. La apertura comercial, la atracción de inversiones, la modernización tecnológica y la libre circulación de bienes y servicios han sido motores de crecimiento para países que apostaron por la economía de mercado. Chile es otro ejemplo contundente. Gracias a su red de tratados de libre comercio y su política económica abierta, ha logrado posicionarse como el país latinoamericano más cercano al desarrollo. La evidencia es clara: la libertad económica genera progreso, mientras que el autoritarismo y el proteccionismo lo frenan. En contraste, la alternativa presentada por Chávez y Castro —el ALBA-TCP— ha sido un experimento ideológico sin resultados tangibles. Más allá de discursos y gestos simbólicos como el “tren del ALBA” con Diego Maradona, el bloque no ha logrado articular una estrategia económica viable ni mejorar las condiciones de vida de sus pueblos. Venezuela y Cuba, sus principales impulsores, enfrentan hoy crisis estructurales, hiperinflación, migración masiva y deterioro institucional. El fracaso del ALCA no solo fue una derrota para el libre comercio, sino también para la libertad misma. Los líderes que lo enterraron no lo hicieron por el bienestar de sus pueblos, sino por preservar modelos de poder concentrado, control estatal y dependencia económica. La historia ha demostrado que el autoritarismo no trae desarrollo, sino estancamiento. A 20 años de aquel grito en Mar del Plata, es legítimo preguntarse: ¿qué habría sido de América Latina si se hubiese apostado por la integración comercial, la competencia y la libertad económica? Tal vez hoy estaríamos más cerca de una región próspera, conectada y libre.

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