Cuando el miedo se quiebra: dos protestas, una misma voz
Por Librado Linares Garcia
En la provincia de Villa Clara, dos municipios contiguos —Remedios y Camajuaní— han sido escenario de manifestaciones ciudadanas que, aunque distintas en forma, comparten un mismo fondo: el hartazgo ante la precariedad de los servicios básicos y la erosión del miedo en un contexto autoritario.
🔊 Remedios: la dignidad desde los balcones
En el reparto 26 de diciembre, la protesta se gestó desde los apartamentos y la escuela primaria Alejandro del Río. El método fue claro: el toque de cazuelas y gritos de desaprobación por los pésimos servicios de electricidad y agua potable. Mientras los jóvenes reunidos en la escuela se dispersaron al ver acercarse a la policía, los vecinos de los edificios mantuvieron su postura. La imagen de los gendarmes sin autoridad moral para exigir silencio es reveladora: algo ha cambiado.
Una funcionaria de la CTC, atrapada en la misma crisis que sus vecinos, perdió los estribos. Sin poder cocinar ni bañarse, junto a su hijo menor, se desahogó desde su apartamento con una contundencia que desbordó el discurso oficialista. Su reacción fue humana, visceral, y profundamente política.
La situación en los edificios es especialmente dura: subir cubos de agua por escaleras, desde la distancia, es una rutina que erosiona la paciencia y la salud. Como símbolo de la indignación, aparecieron carteles antigubernamentales en la plaza detrás del mercado y frente a la cremería. El mensaje era claro: el silencio ya no es opción.
🔥 Camajuaní: la protesta y la represión
En el reparto Minerva, área Los Edificios, la protesta tomó un tono más frontal. Además de los toques de cazuelas, se gritaron consignas contra los prolongados cortes eléctricos y la falta de agua. Esta vez, las consignas antigubernamentales fueron explícitas.
La respuesta policial no se hizo esperar: uno de los vecinos fue arrestado por unas 72 horas y, al ser liberado, recibió un acta de advertencia. En un sistema donde la represión es la respuesta habitual, cada acto de protesta es también un acto de valentía.
⚠️ Un llamado a interpretar los signos
Cuando un pueblo, en el contexto de un régimen totalitario, pierde el miedo y asume el costo de su participación en la demanda de sus derechos, es porque la situación ha alcanzado niveles de intolerancia insostenibles. Estas protestas no son meros estallidos: son síntomas de una sociedad que exige dignidad.
Si los jerarcas fueran sensatos, comprenderían que no se trata de apagar cacerolas, sino de escuchar lo que resuena detrás de ellas. Cambiar de paradigmas no es una concesión: es una necesidad histórica.

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